Soy Luna, directora de uno de los Centros Infantiles Luna y coordinadora, junto con mi madre Luna, de todos nuestros Centros.
Licencia en ciencias ambientales. Graduada en Educación Infantil. Guía Montessori. Educadora certificada de Disciplina Positiva. Amante de las pedagogías activas como Montessori, Reggio Emilia y Pikler.
Toda esta formación ha hecho que poco a poco fuéramos cambiando nuestra forma de trabajar y con ello nuestra forma de ver la INFANCIA.
Empezamos por quitar las fichas, por quitar hamacas, tronas y empezamos a observar a nuestros niños y niñas. Observar qué necesitaban, qué nos pedían con sus actos y ofrecerles recursos, pero sobre todo RESPETO.
En todo este recorrido creímos que había que empezar por cambiar nosotras mismas, pensamientos y conductas que estaban culturalmente muy interiorizadas en nuestras vidas. Para ello hicimos una apuesta decidida por la formación, otra forma de educar era posible.
Es cierto, y quiero reconocerlo aquí, que todas mis compañeras, las trabajadoras de los Centros Infantiles Luna, apostaron por ese cambio, y ese cambio hizo posible que afrontáramos una nueva forma, para nosotras, de encaminar la educación de las niñas y niños de nuestros centros.
Continuando por este camino, el curso pasado pusimos en marcha un nuevo proyecto PERIODO DE ACOGIDA. FAMILIAS DENTRO DEL AULA.
Somos conscientes de la importancia que tiene que nuestras niñas y niños vivan una incorporación a la escuela NO traumática, una incorporación pausada y sin estrés. Veíamos la necesidad de que la entrada a nuestros centros debía de ser sosegada, tranquila, una incorporación donde no se encontrara de bruces con unas personas, con unos espacios, desconocidos.
Así, con ese convencimiento, y con la complicidad de las profesionales de nuestros centros, decidimos hacerlo posible.
Nuestra experiencia ha sido y está siendo muy gratificante, hemos vivido momentos que jamás pensamos serían posible, y ciertamente, creemos que ha sido un acierto.
Las familias han colaborado junto a nosotras, han participado y han sentido más confianza, más tranquilidad, más felicidad. Han sido, los niños y niñas con sus familias, los actores principales de este periodo, y eso se ha visto reflejado en el día a día y sobre todo en el momento en el que algunas familias han tenido que irse.
Somos conscientes de que esto significa introducir a las familias en el seno de nuestros centros, pero somos aun más conscientes de que la participación, el compromiso y la complicidad con las familias fortalece el vínculo emocional del menor con el centro y con su maestra.
Demostrado está, que nada es igual sin la confianza de las familias, sin su acompañamiento, nada es igual sin la voluntad de cambio y de transformación, y en ese cambio creemos hemos acertado de primera mano.
Somos guías en una de las etapas más importantes de sus vidas y por ello debemos hacer lo posible para que la incorporación a la escuela sea lo más respetuosa posible.
Conocemos otras muchas escuelas que trabajan con las familias dentro del aula.
Sabemos que todo cambio nos trae miedo, dudas, responsabilidad y riesgo, pero nos hemos enfrentado a ello y esto ha hecho posible que estemos viviendo momentos maravillosos.
Quisiera pararme un segundo en analizar la evolución propia que yo he sufrido, no solo como profesional, sino también desde el papel de madre que desempeño desde hace cerca de dos años, un papel para el que no se está preparada por mucha formación a la que se pueda tener acceso.
Yo he sido educadora dentro de los métodos “tradicionales”, he vivido de la mano de fichas, tronas, maxicosis, sillas de pensar… y cambiar mi forma de ver y entender otro modelo de educación se fue gestando poco a poco, curso a curso, reunión tras reunión, formación tras formación, abrazo tras abrazo, mirada tras mirada, un cambio profesional pero sobre todo personal que hoy creo que está dando sus frutos.
He sentido como madre como mi hijo el curso pasado y este en este periodo de acogida ha podido conocer su aula, su nuevo entorno, reencontrarse con su “seño” y compañeros, poco a poco, sin estrés, sin prisas, con libertad, he vivido en primera persona como mis compañeras ejercían su labor pedagógica junto a mi y mi familia, dentro del aula, he vivido y sentido dejar a mi hijo con total tranquilidad y confianza.
Esta acogida no tiene una duración determinada, depende de cada niño, de cada familia.
Porque aunque “se haya hecho de todo la vida de Dios” no justifica las prácticas que van contra los derechos de los niños y niñas.
Por una INFANCIA RESPETADA.